Sencilla edificación con cubierta a dos aguas, situada en la cercanía del castillo; en la zona alta del pueblo, hecha en mampostería.
Corresponde al modelo básico y sin complicaciones, un rectángulo simple con cabecera plana puertas con ventanos para ver el interior y un pequeño atrio, ésta tiene una espadaña con un campanico. Responde al esquema de lugares de culto no permanente, aunque no cumple la otra norma, que es la de la lejanía de los núcleos de población.
Se cumplía una costumbre romera en esta ermita, el día tres de mayo, al celebrarse “la Cruz de Mayo”, se subía a la Ermita en procesión con el Párroco, el relicario de Santa Otilia, denominado “la Cabecica” y así se bendecían los términos de Villel, quedándose en dicho santuario hasta el 9 de septiembre en que volvía de nuevo a la Parroquia.
Hasta 1936 existía un ermitaño que vivía allí, y que con el más mínimo atisbo de tormentas en primavera o verano, tocaba un campanico avisando a los villelinos que estaban en las huertas para que tomaran refugio.
Curioso es que para ahuyentar las tormentas a veces tan dañinas, el cura párroco subía a la ermita para “desconjurar” el peligro del granizo sacando la “Cabecica” de la santa y haciendo cruces: es fama que los huesos de Santa Otilia, crujían al agitarse y partían las nubes; así no apedreaba. Estas reliquias y otras, fueron regaladas por el Comendador de Villel, en 1361, Fray Juan Fernández de Heredia. El precioso relicario en plata con forma de cáliz ovalado despareció en la Guerra civil.
También al recoger la cosecha, el ermitaño iba por las casas con una imagen de Sta. Bárbara, los vecinos la besaban y le daban una limosna en especie o dinero.